Facundo Cabral nació el 22 de mayo de 1937 en La Plata, Provincia de Buenos Aires, Argentina.
Sus padres fueron Sara y Rodolfo los cuales ya tenían dos hijos. Su padre abandonó el hogar dejando a su madre con sus tres hijos, los cuales emigraron hacia Tierra del Fuego, sur de Argentina.
Cabral tuvo una infancia dura y desprotegida, convirtiéndose en un marginal al punto de ser encerrado en un reformatorio.
Al poco tiempo consigue escapar y según cuenta encontró a Dios en las palabras de Simeón, un viejo vagabundo.
Se traslada a Tandil, donde realiza todo tipo de tareas, limpiando veredas o como peón en las cosechas.
Hijo del agua y la tierra, sagrado y bendito fango.
Circunstancia del misterio, habitante de los astros
que viven entre los mares o alrededor de los fuegos,
que son mi eterno presente, mi futuro, mis abuelos.
Vengo a contar la sublime victoria de la belleza,
sobre todos los temores, las flaquezas y miserias.
Abismo de los abismos, eternidad de la nada,
infinito donde callan las ansiedades humanas.
Invoco a las maravillas de toda la creación,
para cantar alegrías y las gracias al Señor:
El Verdadero Cantor
Tengo lejana memoria del universo danzando.
Una ronda inteligente que aun me sigue encantando.
He conocido a los grandes a partir de los pequeños.
El que comprende a la hormiga entenderá el universo.
No hay halago que detenga mi caminar por el mundo.
Aunque el hilo sea pequeño no deja de ser un nudo.
Soy parte de aquel que es, que fue y que será por siempre
y se que el mejor abrigo de los hombres es la mente.
De las montañas aprendo a esperar serenamente
y del profundo silencio los poderes permanentes.
No desprecio lo que tengo, vivir es hecho bendito.
El abismo y las ciudades también son el infinito.
Todo es parte de la nada celeste voz del invicto.
Eternamente me nazco de estallido en estallido,
de silencio en silencio, de la raíz hasta el nido.
De planeta en planeta, de la mujer hasta el niño,
con el tiempo donde vive lo que será, lo que ha sido.
Ando por todo lo ancho del horizonte y la espina
impulsado por la fe, la esperanza y la alegría.
Aprendiendo del coyote y el oso la ley divina,
el templo es el universo y el sacerdote la vida.
Donde van el sol, el viento, la intuición y las palomas,
allí dirijo mi vuelo sin pensar en otra cosa.
Donde el águila descansa de grandezas y de cielo,
a esa altura de la piedra a veces me entrego al sueño.
Para cansar al cansancio, anduve todos los mares.
Me conocen las gaviotas casi tanto como el aire.
El señor dejo el secreto al alcance de mi mano,
cuando yo vi la naranja supe que existe el milagro.
Yo vivo serenamente para una muerte serena,
paso a paso por el tiempo la planeo a mi manera.
El desierto me ha contado una historia sin final,
voluntad de voluntades que tal vez hoy son la mar.
Hace tiempo que en el tiempo algún hombre pregunto,
lo que ahora estoy buscando, lo que alguno ya encontró.
Cuando canto canta todo, por el todo estoy aquí.
Una piedra es todo el mundo, una flor es el jardín.
Una vez estuve cerca y otras veces me perdí,
no es casual que me suceda lo que te sucede a ti.
Extranjero en las ciudades, compatriota del camino.
Amante de los desiertos y el silencio del vacío.
Las ilusiones del alma empujan a mi esqueleto,
para que siga buscando porque buscar es el cuento.
El espejo de la luna me refleja varias veces,
para que sepa que he sido cuanto muere y cuanto crece.
Cuando dejé que natura decida mi libertad,
cuando dejé de buscarla halle la felicidad.
Aprendí que el paraíso al igual que el infierno
viven en nuestra conciencia, que es Dios mismo dentro nuestro.
Conozco todas las formas de celebrar al Señor:
bajo las sombras, la luna, en la lluvia o bajo el sol.
Conozco todas las formas pero ninguna mejor,
para cantar su grandeza, que las frutas del amor.
Soy una parte del cosmos y no empleado del miedo.
El asombro me alimenta y no el terror y ni el tedio.
Yo vivo en el movimiento si me quieren encontrar,
bella casa que comparto con la paz y la verdad.
El amor y la poesía reconcilian los contrarios.
Armonía de armonías que busco y busco cantando.
En mis sueños y mi sombra, en mis huesos y mi mente,
en lo pasado y futuro llevo la vida y la muerte
Entre el sueño y la vigilia a veces comprendo todo.
Entonces canta el maestro a través de lo que nombro:
Tengo un destino de luz... el mismo que tienes tú...