INTERNACIONAL / La dulce Francia exprime riqueza de la amarga Africa, a punta de cañón / Nota






La República Francesa, tan maravillosa y tan gloriosamente democrática ella, viene restaurando su imperio africano a gran velocidad. No es que se haya ido del todo alguna vez. Pero el año pasado y el que está transcurriendo podrían ser denominados los años de la restauración colonial plena del poder colonial galo en sus ¿ex? colonias del continente negro.

Tras el éxito de su intervención colonial en Costa de Marfil, donde se metió en medio de un conflicto para sostener un candidato neoliberal en unas elecciones que este tipo había ganado a la fuerza y con matones en las zonas que controlaba, dejó allí su buen contingente armado de intervención para asegurarse que el presidente socialdemócrata y sindicalista que logró expulsar tenga grandes problemas para volver.


Ahora está a pleno en Malí, donde sus protegidos, los tuareg cipayos del MNLA, se habían visto rebasados por la agresividad salvaje y el buen armamento de que disponían otros grupos (los colaterales de Al Qaeda, como Ansar Din, con de armas capturadas o compradas tras la caída de la Yamajiría de Gadafi en Libia), grupos que probablemente respondieran a directivas de Estados Unidos a través de sus socios cataríes y sauditas del Golfo Pérsico.

La desfachatez colonialista francesa en Malí es tan gigantesca que durante las negociaciones entre malienses para hacer valer los acuerdos de Uagadugú (capital de otra semicolonia apenas velada en la región del Sahel, vecina a Malí: Burkina Fasso), había un "representante europeo" que, por supuesto, era un diplomático francés.

La intervención francesa en Malí para sostener a sus entenados contra la voluntad del pueblo maliense en su conjunto ya rindió sus frutos.

Véase lo que tiene para contarnos al respecto la página web maliense Malijet:

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Como podía preverse, la intervención francesa en Malí, con sus 4000 soldados, sus medios materiales tan costosos com osofisticados y con su "carne de cañón" (2000 soldados chadianos) venció sin problemas a los 2000 yijadistas que, equipados con pick-ups, ametralladoras y armas livianas, habían tomado las localidades del Norte del país.


Ciudades y pueblos fueron retomados a gran velocidad, y una ofensiva dentro del desierto neutralizó el santuario de los yijadistas en el macizo montañoso de los Ifogás. La intervención costó la vida a unos 500 yijadistas, 75 soldados de Malí, 38 de Chad y 6 franceses. Nadie contabilizó la cantidad de civiles que murieron durante los combates, bombardeados o víctimas de represalias (que fueron feroces de ambas partes).

Medio millón de residentes del Norte de Malí (uno de cada tres) están refugiados en los países limítrofes, o se replegaron hacia el Sur del país, apiñados en campamentos donde sobreviven en la mayor precariedad. La intervención costó un millón de euros diarios mientras duraron los combates. Tras ellos, el costo casi no bajó.

LEJOS DE RESOLVER EL CONFLICTO ÉTNICO Y RELIGIOSO DE MALI SEPTENTRIONAL, LA GUERRA PARECE HABERLO EXACERBADO.

Tan poco pacificada está la región que se organizó su ocupación a largo plazo, verdadera mina de oro para los militares: Francia permanecerá en la zona y al fin de una eventual retirada dejará allí un contingente "paralelo" de mil hombres junto a la Misión Internacional de Apoyo a Malí bajo conducción Africana (MISMA), que aportará más de 12.000 soldados. Nada se sabe de la suerte o localización de los islamistas radicales que lograron huir. En especial se ignora el paradero de Lyadag Ghali, líder histórico del movimiento tuareg Ansar Dine.


En cuanto al MNLA, que empezó el conflicto a principios de 2012, hoy retornó a su bastión de Kidal gracias a la victoria francesa, y no depuso las armas, aunque acaba de firmar un acuerdo de cese de fuego con el gobierno interino. Francia pretende imponerlo como única parte negociadora de la suerte del Malí Septentrional, que representa dos tercios de la superficie maliense, pese a que los tuaregs no representan más que un tercio de la población total del territorio; los dos tercios restantes se reparten entre dos etnias negras: los Peuls y los Songhay. Se comprende, bajo estas condiciones, el creciente descontento de los malienses. Pero sus manifestaciones son reprimidas: hay diecinueve ciudadanos malienses presos por haber participado de manifestaciones.

Pese a todo, la guerra habrá hecho felices a algunos. El 15 de mayo, en Bruselas, una reunión de recolección de fondos internacionales decidió prestarle a Malí 3.250 millones de euros. Los especuladores franceses ya se precipitaron a recibir este maná: tienen previsto encontrarse con el gobierno maliense a principios de julio, bajo la batuta de Michel Roussin, viejo cocodrilo del pantano fransafricano, antiguo integrante de la policía secreta que se convirtió en brazo derecho de Chirac en la alcaldía de París. Condenado por complicidad y sospecha de corrupción en el asunto de los mercados públicos de Ile de France, hoy es consejero de la presidencia de la empresa de electricidad y gas de Francia (EDF) tras haber funcionado como vicepresidente del grupo Bolloré y haber presidido el comité África del Medef (la central gremial empresaria francesa). La empresa europea de aviación, defensa y espacial EADS tiene fuertes esperanzas de vender aviones y helicópteros. Securicom, una sociedad especializada en seguridad que dirige un ex general francés, ofrecerá sus servicios.


La organización de las elecciones presidenciales, que François Hollande exigió que tengan lugar antes de fines de julio, quedaron ya en manos francesas sin que se haya organizado un verdadero concurso de oferentes: Safran se hace cargo del material electoral por 10.000 millones de francos CFA; Albatros actualizará el registro civil de Malí por 3.500 millones ¿Y quién pagará todos estos gastos estratégicos destinados a controlar a Malí? Los malienses, por supuesto, los más pobres de los pobres. Que serán empobrecidos más aún por la intervención francesa.

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