ARGENTINA / El desvelo / Escribe: Carlos Semorile






No recuerdo haber vivido otro período histórico en el que la Plaza de Mayo haya sido tan asiduamente “la plaza de nuestras libertades” como lo fue, y lo sigue siendo, en estos diez años kirchneristas.

Durante “la década ganada” hemos colmado muchas veces “La Plaza”, derramando en ella, y en sus alrededores, manifestaciones de porfiada lucha, del dolor más inesperado y gigante, de aguante con el ceño fruncido y el nervio atenazado y alerta, pero también de intenso disfrute, de felicidad propia y de dicha compartida.


Nada humano le es ajeno a nuestra plaza, y quien no la haya transpirado en multitud podrá acaso ubicarla en un mapa, pero difícilmente la lleve, como a un amante a su amada, bien adentro de su corazón.

Ayer, 25 de mayo, volvimos a ella con la alegría del anunciado festejo.

Nos esperaban la música, la danza, el asombro por los espectáculos futuristas, y la renovada esperanza de encontrarnos con el flamear de las banderas, el cantito ingenioso que nunca falta, la frase genial que alguien estampó con trazo grueso en una cartulina, el olor de las parrillas y los rostros desconocidos de tantos hermanos.

Pero también llegamos a La Plaza como Pueblo que vuelve a sus orígenes y reedita el mito patrio de querer saber lo que nos pasa y, desde allí, tomar las riendas del común destino.

Dicho en la lengua de estos tiempos maravillosos: fuimos a escucharla a Cristina.


Créanme aún aquellos que no se permiten vivir la bella emoción de la esperanza: una multitud pocas veces reunida cesó sus cánticos y voceos para oír, con expectativa y anhelo, la palabra de la Presidenta.

No es extraño que así suceda, bien lo sabemos todos aquellos que esperamos sus discursos para escuchar la genuina voz de la nación y, al mismo tiempo, el grado más alto de una renacida conciencia argentina.

Por estas poderosas razones, las alocuciones de Cristina son seguidas por muchedumbres en trance de encontrar en ellas la verdad que los medios hegemónicos ocultan, tergiversan y deforman.

La autenticidad, la exactitud y, en última instancia, la realidad están ausentes de “la cadena nacional del desánimo y el miedo” y es por ello que ayer, lejos de irse, las mujeres, los hombres y hasta los niños ocupaban estoicamente su conquistado pedacito de suelo en espera del mensaje de la Presidenta.

De entre las muchas cosas que Cristina dijo, me resulta sustantivo que haya planteado que “esta plaza no es una plaza de ayer ni de hoy, es una plaza de futuro, de porvenir, es una plaza y una Patria preñada de esperanzas, de sueños, de ilusiones”.


Y aquí la Presidenta habla por los cientos de miles que pensamos que el dilema, la encrucijada, es entre dos épocas: una nos permite tener un presente cada vez con mayor dignidad, y nos proyecta hermanados hacia el porvenir; la otra, es el retorno al pasado, a la fragmentación, el abatimiento y la desdicha.

Por eso, querida Cristina, entendemos tu desvelo, que es también el de todas y todos, nuestro común desvelo de que nadie nos robe lo que tanto nos ha costado.

Es un desvelo que debemos resolver en la vigilia de cada uno de los días que vendrán, con la musculatura alerta y la inteligencia extremada hasta sus confines.

Para seguir conquistando, como trabajosamente lo venimos haciendo, la plenitud de nuestras potencialidades materiales y espirituales.

CS/

N&P: El blog del autor, Carlos Semorile, es http://palabrasgravidas.blogspot.com.ar/


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