Nada nuevo hay sobre el año que termina. Algunos más y otros menos, lo cierto es que la gran mayoría tiene una idea cabal de lo que fue y significó el 2012. Este y los anteriores pueden servir, en todo caso, como elementos para un primer esbozo de lo que puede suceder en 2013. En primer, lugar hay elecciones parlamentarias que transformarán el escenario del Congreso. El resultado determinará sensiblemente en el devenir del segundo gobierno de Cristina Kirchner.
También tendrá efectos sobre el resto de los partidos de la oposición, y que para algunos implica la sobrevida política. La gestión del gobierno nacional y la tarea legislativa durante el próximo año serán las principales y más importantes herramientas con que contará el kirchnerismo para seguir desarrollando el modelo político, social y económico.
En lo que hace a la cuestión parlamentaria, el oficialismo cuenta con las condiciones necesarias y objetivas para llevar adelante una tarea –la elaboración y sanción de leyes– que no debería tener inconvenientes. Con mayoría en ambas cámaras, pueden acompañar las decisiones políticas que tome el Poder Ejecutivo. La complejidad de esos temas y los intereses corporativos que toquen serán, en todo caso, los escollos a sortear.
Pero en lo que hace al número de bancas, el Frente para la Victoria (FPV) no debe tener inconvenientes. Ni siquiera los díscolos, muy pocos, que hay entre los curules de Diputados pueden complicar una votación. De hecho, en el año que transcurrió, los dos referentes del moyanismo (Facundo Moyano y Omar Plaini) no sacaron los pies del plato ni pusieron en peligro una norma sancionada. Tampoco lo hizo el riojano Jorge Yoma que, al parecer, sobreactúa su necesidad de tener vuelo propio en su distrito. El resto, prácticamente sin fisuras, responde a la presidenta y al jefe del bloque, Agustín Rossi. En el Senado, el bloque que conduce Miguel Pichetto, sin disidentes, presenta una realidad similar.
El otro dato que favorece al oficialismo es que las bancas a renovar son las que corresponden a la derrota parlamentaria de 2009. Sin tropiezos en 2013, el número de curules que se obtengan podrá superar la cosecha de aquel complejo año. Si a ello se le suma una gestión que continúe protegiendo el empleo, ampliando las posibilidades de desarrollo con equidad, distribución de la riqueza e incluso estabilidad financiera, la campaña electoral no debería provocarles un dolor de cabeza a los estrategas del FPV.
Es más, si la reforma constitucional –largamente negada por referentes del oficialismo– estuviera de verdad en la cabeza de esos estrategas, el principal objetivo de las parlamentarias no tendría que ser conseguir suficientes bancas como para obtener los dos tercios de los votos para aprobar la necesidad de la modificación de la Carta Magna.
Una buena distancia de votos entre los triunfadores (esto es el FPV) y el resto de los partidos, podría fungir como el elemento necesario para "consensuar" la necesidad de la reforma y sus alcances. Pero es una decisión que está sólo en la órbita presidencial y a la que pocos, pero muy pocos, tienen acceso.
Los partidos de la oposición, al menos aquellos que tienen representación partidaria, enfrentan un año complejo. Llevan una década sin poder encontrar el sendero que les permita construir una alternativa al modelo. La única estrategia que los contiene es la de rechazar todo lo que venga del oficialismo. Todo indica que el desafío que implica enfrentar las urnas los llevará a profundizar dos ejes: un rabioso rechazo a todo lo que promueva el kirchnerismo y elucubrar los más desopilantes frentes electorales. Ya hay algunos ejemplos.
Los hechos indican que para algunos partidos la opción es acumular por derecha, porque de lo contrario no se explica el acercamiento entre Libres del Sur, integrantes del Frente Amplio Progresista (FAP), con referentes radicales y de la deshilachada Coalición Cívica. Días pasados se reunieron la diputada Victoria Donda (Libres del Sur) con el ex candidato a vicepresidente de la UCR y ex funcionario menemista, Javier González Fraga, el radical Ricardo Gil Lavedra y el todavía cívico y ex integrante de JP Morgan, Alfonso de Prat-Gay.
Lo denominaron un encuentro "progresista" donde se "dejaron de lado los prejuicios". Puede ser, pero ninguno pudo disimular que la necesidad (el fin del mandato de Prat-Gay, Gil Lavedra y otros tantos opositores) tiene cara de hereje.
Esa reunión provocó ruidos en otros miembros del FAP. Por caso, Claudio Lozano de Unidad Popular está que trina con esas iniciativas de sus colegas de Libres del Sur porque, entiende, desnaturalizan la condición de fuerza de centro-izquierda del FAP. En tanto, el diputado Víctor De Gennaro considera que primero hay que transformarse en una verdadera fuerza de oposición –se entiende que se refiere al FAP–, y una vez que se está en condiciones de disputar el poder, recién llega el momento de sumar sectores que pueden ser considerados conservadores. En principio, ese momento todavía está más que lejano y las parlamentarias no representan el escenario que imagina el ex líder de ATE.
Ahora bien, el hecho de que Libres del Sur "se cortara solo", no debería resultar extraño. En el FAP es costumbre que cada sector que lo integra tenga libertad de acción a la hora de votar en el recinto. Entonces, es complicado elaborar estrategias comunes y mucho más complicado exigir disciplina. Por ejemplo, una característica que sobresale en el gobierno nacional es justamente la disciplina. Las pruebas y los resultados electorales están a la vista.
Un dato al margen. El fin de año trae una novedad importante y vinculada al Congreso. El fin de las leyes de impunidad, votada durante el gobierno de Néstor Kirchner, sigue dando frutos. En Tucumán procesaron a 40 genocidas por la causa Operativo Independencia, el laboratorio de pruebas de lo que luego fue el plan sistemático de exterminio de la dictadura. Una noticia que alegra el fin de año. Salud para todos y juicio y castigo a los genocidas.
(Diario Tiempo Argentino, 31 de diciembre de 2012)
