INTERNACIONAL / El día que Rommey hizo sus valijas / Escriben: Federico Mirré y Rafael Bielsa






Mitt Romney es un hombre dispuesto a ganarle a Obama la lucha por el título de mejor amigo de Israel.


La reciente gira del candidato del Partido Republicano a la presidencia de los EE UU, Mitt Romney, ha servido de agente revelador que agrega nitidez a la imagen que muestra cómo actúan las fuerzas que están detrás de los actores de la política exterior de ese país. En particular con respecto a Israel y a las razones del viaje.

Durante los años ’70, Romney labró en las aulas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) una amistad, que aún perdura, con Benjamín Netanyahu; pero refrescar aquella camaradería no fue el motivo.

¿Quizá el desayuno del 30 de julio, transcurrido el cual Romney llenó sus valijas –para gastos de campaña, se entiende– con más de un millón de dólares, a razón de 50 mil la pareja? Los 40 invitados se sentaron alrededor de una mesa en un coqueto cuarto del Hotel Rey David, cuartel general de Romney durante su visita de 36 horas.

La platea merece destacarse: el magnate Sheldon Adelson (el “Rey de los Casinos” de Las Vegas), llegado en su propio avión; Kenneth Abramowitz, millonario de Nueva York y Nira, su mujer, nacida en Galilea; Bobby Rechnitz, de Beverly Hills, quien en el pasado ayudó a organizar la “Conferencia de Jerusalén”, un evento anual orientado al campo nacionalista israelí. Romney y su esposa Ann ofrecieron una remilgada disertación.

Pero tampoco el desayuno puede ser el motivo. Ya en Londres había recaudado 2 millones de dólares de residentes estadounidenses, y Sheldon Adelson aportó unos 10 millones al "súper comité de acción política" que apoya a Romney –el 16º hombre más rico del mundo prometió llegar hasta los 100 millones– y no lo dejaron teniendo la vela ni Goldman Sachs, ni JPMorgan, ni Morgan Stanley, ni el Bank of America, el Credit Suisse, el Citigroup o Barclays.
No, tampoco lo llevó a Israel la tarea de recaudación de fondos.

Quizás en qué dijo, cómo lo dijo y por qué lo dijo esté el comienzo del hilo que conduce a la respuesta al interrogante. Por comenzar, y frente a las murallas de Jerusalén, Romney dijo, el domingo 29, que la milenaria ciudad era la capital del país, a pesar de que la embajada norteamericana está en Tel Aviv (y a pesar de otros pesares). Por la noche, en la residencia oficial del primer ministro israelí, escuchó de boca de su amigo que ese día se recordaba la destrucción de Jerusalén hacía miles de años, razón por la cual, Mitt, "… quiero agradecerte tus fuertes palabras de apoyo y amistad hacia Israel y Jerusalén… en tu discurso (…) Como has dicho, Jerusalén es la capital de Israel y siempre será la capital de Israel." La situación jerosolimitana es uno de los temas más urticantes del conflicto entre palestinos e israelíes; Israel, que considera la totalidad de la urbe su capital "eterna e indivisible" ocupó la parte oriental de la ciudad en 1967 y desde 1980 ese territorio fue anexionado.

Lo inédito de esta declaración Romneniana, y su gravedad, residen en que contradice la política oficial de su propio país, expresada por el presidente Obama en enero de este año, cuando afirmó que cualquier solución al problema árabe-israelí debe pasar por la realidad de las fronteras anteriores a 1967. Lo que manifiestamente no incluye la aceptación de que Jerusalén sea la capital del Estado judío. Y que arrancó alaridos de indignación a la garganta de "Bibi" Netanyahu e hizo decir a Romney que Obama había: "arrojado a Israel bajo un autobús".

Sumando otro impromptu al anterior, y frente al Muro de los Lamentos, pero también a las cámaras de las mayores cadenas norteamericanas, Romney no hesitó en contemplar la posibilidad de que fracase la diplomacia y que un ataque militar a Irán sea desencadenado por Israel. En tal supuesto, dijo, "no se puede descartar ninguna opción, defendemos el derecho de Israel a defenderse a sí misma". En otras palabras, si hubiera que hacerlo lo harían juntos. Claro que, entiéndase bien, lo que Israel decida, bien estará para los Estados Unidos.

Su visita relámpago a Londres, Jerusalén y Varsovia, tres capitales de países que son amigos "seguros" de los EE UU (según declaró su vocero) sirvieron de decorado a una actuación patética que sería demoledora para su candidatura si no fuera porque la política exterior está muy lejos de las preocupaciones de los norteamericanos. (Se puede agregar a la lista de las torpezas que afirmar que hay tres países amigos "seguros", bien puede inquietar a muchos otros que hacen denodados esfuerzos cotidianos para pertenecer a ese grupo.)

Fuentes de la Autoridad Nacional Palestina en Ramallah dijeron que Estados Unidos tiene intereses en dicha región, embajadas en 57 países árabes y musulmanes, y que tales manifestaciones no conseguirán otra cosa que fortalecer a los extremistas. Sin mencionar a Romney, el líder iraní Ahmadineyad –que no se anda con chiquitas– comparó la visita a Israel con "besar los pies al Estado judío", para mejorar su chance de alcanzar la Casa Blanca.

Empieza a verse por qué razón viajó Mitt Romney a Israel.

Anatoly Dobrynin llegó a Washington en 1962, a los 43 años, el hombre más joven que sirvió como embajador soviético en Estados Unidos. Permaneció en el puesto durante las presidencias de Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter y Reagan. Su libro In confidence (En confianza) es uno de los más extraordinarios desarrollos acerca de la arena donde se despliega la política exterior norteamericana. Allí desarrolla en anécdotas y reflexiones la estrategia de cómo mantener el balance de poder en el Hemisferio Este a través de procesos de intervención permanente. Precisamente lo que está detrás de las palabras de Romney. Aunque Obama fue el presidente que más potenció la cooperación militar y en seguridad entre su país e Israel, su rival republicano califica su política en Oriente Próximo y Medio de “débil y equivocada".
Mitt Romney , como bien lo definió la escritora americana M. Dawd, es un hombre congelado en sí mismo y rodeado por una valla infranqueable, pero dispuesto a ganarle a Barack Obama la lucha por el título de Gran y Mejor amigo de Israel; y cueste lo que costare.

Si hubiera que elegir en esta gira (que evoca mucho a una película de Los Beatles, claro que infinitamente menos festiva) entre lo peligroso y lo grotesco, habría que optar entre su desdén por Palestina y su ignorancia de los datos centrales del conflicto, y la negativa a contestar preguntas a la prensa, hastiada de ser ignorada. Esta última circunstancia movió muchos titulares a raíz de la respuesta que su asesor de prensa dio a un veterano cronista, cuando visitaban –en Varsovia– la tumba del soldado desconocido: "¡Más respeto, este es un lugar sagrado para los polacos!, ¡bésame el …! (seguido de una invitación a un ósculo anal). Bien dijo una columnista de The New York Times: hay una flagrante contradicción entre pedir –al mismo tiempo– respeto, e invitar a una intimidad sexual pública.


Lo cierto es que hubo quien recordó con saudade la gira de J.F. Kennedy a Europa, en junio de 1963, durante la cual, en Berlín, saludó a la multitud con un inolvidable: Ich bin ein Berliner (Yo soy berlinés), o su brillante discurso en el Palacio del Elíseo al lado del general Charles de Gaulle.

Un país necesita dirigentes de estatura equivalente a su posición mundial y ciertamente el candidato republicano estadounidense no parece alcanzar la talla mínima.

Como muy bien lo dijo el gran Gore Vidal, muerto días atrás: "Al ritmo que progresa la era de la TV, los Reagan serán la regla y no la excepción. Todo lo que un presidente necesita hoy día es ser perfecto para la TV."

¿Romney, lo es?

(Diario Tiempo Argentino, domingo 5 de agosto de 2012)

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