Vamos a considerar una serie de elementos importantes para la interioridad del periodista, sin dejar de cotejarlos con aspectos de actualidad que permitirán identificar más claramente los ejemplos.
Cierto es que los últimos años han puesto en tensión la vida comunicacional argentina. Pero también que este tramo –del cual surgirá algo mucho más interesante- ha sido alimentado por algunas premisas cristalizadas en la mayor parte de los protagonistas de esta zona de la cultura.
Estos protagonistas, además, están insertos en una comunidad política con características singulares, en la cual las modificaciones se despliegan continuamente en la base social, pero con una lentitud a veces alarmante en las áreas dirigenciales.
El movimiento
Al abordar un tema, una información, un suceso, es preciso recordar que nosotros mismos cambiamos al ir aprendiendo durante la investigación misma. Así, el objeto de la “cobertura” pasa a tener rasgos de sujeto, también se transforma, mientras lo indagamos e informamos sobre él, y nos influye, generándonos nuevas informaciones
que se abren paso en nosotros mismos.
El periodista que no entiende que la cuestión, el tema abordado, está en movimiento, cambia y nos cambia, se ha de quedar con una imagen fija, superficial de los hechos. Es que los hechos, el tema, tienen historia, contexto y devenir.
Si bien en algún momento hay que parar, reunir el material y escribir el artículo (hacer el programa), en nuestro interior debemos saber que ese es el único punto de ongelamiento que podemos permitirnos en esta labor.
Tras colocar el punto final del texto, reiniciamos –seguimos más bien- la investigación, porque la realidad no se ha detenido para satisfacer nuestras necesidades profesionales. Del desconocimiento de esa situación, emergen muchos de los errores interpretativos del presente que se observan en tantos medios de distinta orientación.
Una digresión: en algún momento habrá que buscar un buen relevo para esa palabra, “cobertura”, con demasiadas implicancias, para definir el abordaje de una información.
La profundidad
Esta situación que algunos admiten y otros no, explica porqué los periodistas con oficio más acentuado parecen estar siempre enchufados, siempre pendientes del tránsito por el que atraviesa la información. Saben que la realidad, cambia.
Hay quien piensa, en su afán por aferrarse a algo permanente, que esa vibración huracanada que implica la información es sinónimo de liviandad. No ve que una cosa es el periodismo fijo, sin profundidad por falta de historicidad y contexto, y otra es suponer que toda la actividad deriva en elementos superfluos.
El portador de esa visión, entonces, busca ilusoriamente la “verdad” absoluta en textos y premisas con apariencia de perdurabilidad.
El periodismo bien realizado permite abordar las cuestiones más trascendentes del ser humano y sus sociedades. Sólo que investido, puesto, en una dinámica y una cobertura electrizantes, que a veces pueden confundirse con lo superfluo.
Los comentarios al respecto se perciben a diario: personas que dicen estar hartas de información incluyen en ese malestar el tema YPF y el rol del Estado junto al romance prearmado para publicidad de una modelo y un conductor.
Lo que es más: periodistas que afrontan con la misma liviandad ambas temáticas, considerando que la información tiene un valor siempre equivalente y que sólo varía la sección en la cual se inserta el material.
La falta de formación de muchos profesionales lleva a que no logren indagar las grandes temáticas dentro de la noticia diaria. No se zambullen en la realidad para comprenderla a fondo y por lo tanto ser transformados por ella, y creen que pueden ser meros observadores de la misma.
En su reciente libro “Hegelianas”, Rubén Dri sostiene: “Sólo si nos referimos a los sujetos, al devenir subjetual, podemos hablar realmente de historia. Una mera narración de acontecimientos, como quien amontona datos, no es historia”.
Se nos ocurre vital, también, Arturo Jauretche y su insistencia en la necesidad de acomodar las teorías a la realidad –dejarse cambiar por el objeto que pasa a ser sujeto- y no la realidad a las teorías (la cabeza y el sombrero, se acuerda, lector).
La información
Algunos colegas con los cuales hemos polemizado, dirán: están admitiendo que la objetividad no existe, contrastando con lo dicho en artículos anteriores. Francamente, no. La realidad existe, y aquella referencia estaba destinada a señalar hechos puntuales que directamente han sido negados por medios concentrados.
Aunque el suceso sigue su curso, un crimen con autor, víctima, lugar, fecha, es un dato relevante y, en cierto punto “objetivo” cuya negación implica una mentira a secas. Esos medios negaron la existencia de un genocidio corroborado.
Un ejemplo más general pero también contundente: las privatizaciones implicaron la desnacionalización de la economía argentina. Si tal volumen de dinero está acá, y tras una decisión gubernamental plasmada parlamentariamente, está en otro continente, tenemos una información certera e innegable.
Hacemos estas precisiones porque los pícaros de la argumentación suelen confundir mediante un lugar común con elementos de verdad y una relatividad intrínseca: todo depende del cristal con que se mire. Hay situaciones que no dependen de eso: suceden. Lo cual no anula el planteo inicial sobre su decurso.
Y realzamos que, en todo caso, a la hora de abordar una información, es más importante el lugar del mirador que el cristal que porta. Si se sitúa en el pueblo, y en el Sur, tendrá un panorama más adecuado para evaluar una noticia acaecida en cualquier lugar del mundo.
Este último punto, además de la formación, es otro de los factores a los cuales se resisten numerosos profesionales que además de haber internalizado la ilusión de la mera observación distante, creen panear el todo desde muy arriba, desde un lugar indeterminado.
Entre la ausencia de historia, dinámica y mangrullo, se construye la superficialidad de las informaciones presentadas por los periodistas serios. Y ante la tozudez de su ignorancia cabe, al menos, volver atrás y recomendarles salir con una modelo para atenuar en un punto posible esa seriedad.
El sentido
Ahora bien: se dirá con razón que muchos de ellos simplemente realizan acuerdos económicos que les modifican el lineamiento editorial sin más ni más. Un grueso ejemplo reciente ejemplifica con nitidez esa probabilidad. Pero no es el caso de miles y miles de profesionales que, al no tomar en cuenta estos aspectos deambulan sin Norte (sin Sur, digamos).
Son llevado aquí y allá por el viento insuflado por los poderes económicos y mientras emulan a las hojas otoñales creen estar observando desde arriba y desde lejos cuando en verdad son utilizados por esos centros para brindar volumen crítico de juego a las campañas de tergiversación y manipulación.
Concurren e engrosar esa mano de obra barata, que no se beneficia con los acuerdos de los colegas que lograron mejores condiciones de auto-venta, los estudiantes de periodismo y los trabajadores de prensa más jóvenes que, ni bien se aproximan al oficio son sacudidos por la ilusión de neutralidad propuesta por algunos prestigiosos nihilistas
en las redacciones.
Veamos el análisis del presente para ver mejor las pautas indicadas al comienzo de este texto: suponer que el peronismo, y muy particularmente Néstor Kirchner en tanto uno de sus dirigentes más importantes en la historia, son “lo mismo” que en los 90, implica
tener una mirada fotográfica de una vez y para siempre sin tomar nota del sendero recorrido en este siglo.
Considerar las medidas de gobierno según la presunta legalidad internacional dispuesta por organismos de crédito, consultoras empresariales y estados europeos, implica presumir de un paneo genérico que evita colocarse en la región y entender a quién beneficia y a quién perjudica tal o cual determinación.
Evaluar las paritarias, la asignación y los planes desde un obelisco macroeconómico que contabiliza recursos fiscales de modo directo, sin ayer y sin mañana, implica –al no situarse como pueblo- cegarse ante las perspectivas de mejora de consumo y por tanto de comercio e industria que representan esas tres decisiones clave.
Como estamos viendo, se trata de “errores” persistentes en la comunicación nacional.
Y si estas falencias están definidas por el interés económico de las corporaciones, nuestra intención es brindar estas reflexiones para que los colegas no involucrados en esos intereses y los nuevos periodistas no queden entrampados en la defensa involuntaria y curiosamente irracional de los mismos.
Sin embargo, el ojo avizor habrá permitido al lector entrever un dato relevante: no sólo quienes reproducen el parecer de los grandes medios padecen dificultades a la hora de conocer el pasado, evaluar el panorama que envuelve la noticia y calibrar su devenir.
Muchos de los que han cerrado filas en otra dirección muestran las mismas deficiencias en el control del balón.
En pocos años la Argentina mostrará otro cuadro de situación en el área de las comunicaciones.
Si el camino democrático y el desarrollo económico no son interrumpidos por segmentos que nos retrotraigan a un daño renovado, habrá medios y periodistas con mayor comprensión y certeza a la hora de dar cuenta de los sucesos.
Desordenadamente, internet prefigura hoy ese devenir. Y no pocos medios populares.
Los medios más característicos de cada postura, tal como los conocemos en la actualidad, no podrán ofrecer salidas equilibradas, potentes y creativas a las nuevas necesidades.
Pero afirmar esto con demasiada intensidad puede llevarnos a suponer que la foto de estos espacios periodísticos es definitiva.
Tal vez cambien, forzados por la realidad.
Pero entonces, formarán parte de otra película.