Paradojas tan claras que, paradójicamente, no podemos ver / Escribe: Florencia Peña






Si la contradicción es el pulmón de la historia, la paradoja ha de ser, se me ocurre, el espejo que la historia usa para tomarnos el pelo. Ni el propio hijo de Dios se salvó de la paradoja. Él eligió, para nacer, un desierto subtropical donde casi nunca nieva, pero la nieve se convirtió en un símbolo universal de la Navidad desde que Europa decidió europear a Jesús. Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés. No era ruso José Stalin, el más ruso de los rusos; y el más alemán de los alemanes, Adolf Hitler, había nacido en Austria. Margherita Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita Mussolini, era judía. José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios. El Che Guevara había sido declarado completamente inepto para la vida militar por el Ejército Argentino.



Los negros norteamericanos, los más oprimidos, crearon el jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro de una cárcel fue concebido don Quijote, el más andante de los caballeros. Y para colmo de paradojas, don Quijote nunca dijo su frase mas célebre. Nunca dijo: Ladran, Sancho, señal que cabalgamos. Te noto nerviosa, dice el histérico. Te odio, dice la enamorada. No habrá devaluación, dice el ministro de economía. Los militares respetan la Constitución, dice en vísperas del golpe de Estado, el ministro de defensa. En su guerra contra la revolución sandinista, el gobierno de los Estados Unidos coincidía, con el partido comunista de Nicaragua. Y paradójicas habían sido, al fin y al cabo, las barricadas sandinistas durante la dictadura de Somoza: que cerraban la calle, abrían el camino.”
Eduardo Galeano en El libro de los abrazos.



Este texto de Galeano es uno de mis favoritos. La vida está llena de paradojas, sólo que muchas veces no podemos percibirlas por el incesante trajín cotidiano, que nos envuelve en una burbuja y nos quita la escucha, el olfato y la visión. Y hablando de paradojas, me pregunto: si los que nos deberían cuidar nos matan... si en la era de las comunicaciones no hay diálogo, ¿no son estas paradojas tan claras que, paradójicamente, no podemos verlas?

Esta semana pasó de todo. Las repercusiones (algo tibias) del asesinato de Lautaro Bugatto en otro caso de gatillo fácil de la bonaerense: y nos enteramos porque era jugador de un club de primera, y porque el hermano milita en una agrupación, que si era un pibe más de un barrio humilde, probablemente, no habría sido “noticia”. El avance de la investigación a los Blaquier por su responsabilidad en la represión en Jujuy, y los primeros pasos del juicio por la masacre de Trelew. Las sanciones a Movistar por el corte del servicio, y a la yerbatera Las Marías por incumplimiento en el plan de inversiones. Las patotas de Biolcati y Venegas intentando frenar un impuesto en la Legislatura provincial. La marcha de los hinchas de Independiente (y de varios clubes) para apoyar a Cantero y erradicar a la barra brava... Ufff, mucho movimiento, cuántos vaivenes, pujas y resistencias.

Cada caso tiene sus complejidades, pero lo que noto como común denominador es, por un lado, la persistencia de prácticas nefastas del pasado, que antes estaban muy naturalizadas (aprietes y extorsiones de corporaciones, oligopolios y mafias), pero cada vez generan más rechazo, que se vuelven más intolerables para nuestra sociedad. Una sociedad que madura, que se vuelve más tolerante con las diferencias, pero que ya no acepta mansamente la violencia, la amenaza y el chantaje, que no mira para otro lado, ni asume un resignado “¿qué se le va hacer?” Y por otra parte, la búsqueda de soluciones políticas a esos conflictos, el volver a ver la política como un instrumento para cambiar esas realidades.

Particularmente, me interesa concentrarme en dos acontecimientos que me parecen muy positivos, que continúan profundizando la defensa de los Derechos Humanos, y ponen a nuestro país en un lugar de vanguardia con respecto a los derechos civiles. El miércoles el Senado convirtió en leyes dos iniciativas muy importantes: por unanimidad, la Ley de Muerte Digna, y la Ley de Identidad de Género.

El proyecto había tenido media sanción en Diputados a finales del año pasado, y había sido impulsado principalmente por familiares de personas en situaciones de salud irreversibles. Uno de los casos más dramáticos, fue el de Camila, una nena de dos años que estuvo en estado vegetativo desde el nacimiento, prolongando sin sentido el sufrimiento de los padres. Pero al no haber una ley que amparase a los familiares ni a los profesionales, paradójicamente no había nada que se pudiera hacer más que sostener la agonía. Ahora, básicamente, la ley les otorga a los pacientes con una enfermedad irreversible, incurable o en estado terminal, o a sus familiares, el derecho a abstenerse o hacer retirar las medidas de soporte vital cuando sólo impliquen “la prolongación en el tiempo de ese estadio terminal, irreversible o incurable”. Es un tema muy delicado que, a pesar del consenso que se mostró en el Congreso, genera ciertas resistencias en algunos sectores, especialmente religiosos. Pero cabe aclarar que la ley no contempla la eutanasia ni el suicidio asistido. Y que muchos legisladores manifiestamente creyentes avalaron esta ley que, como muchas iniciativas relacionadas, no obliga a nadie a hacer nada, pero protege el derecho de las personas a decidir sobre su cuerpo y su vida. Además, en este caso, también se combaten ciertas prácticas que conciben la salud, no como un derecho, sino como un negocio.
Horas más tarde, el Senado aprobó una vanguardista Ley de Identidad de Género también con 55 votos a favor (y sólo una abstención). Una vez que se promulgue, el Estado argentino respetará la identidad que sus ciudadanas y ciudadanos conciban como propia, sin necesidad de recurrir a la justicia ni a pericias médicas. Con un simple trámite administrativo, se podrá cambiar el nombre, el sexo y la foto en el DNI. También, y esto es importante, las obras sociales y prepagas deberán garantizar los tratamientos de salud de sus afiliadas/os si deciden realizarse tratamientos de acuerdo con su sexo autopercibido. Cientos de activistas de la comunidad trans estuvieron presentes dentro y fuera del recinto, recibieron palabras elogiosas de muchos legisladores por su militancia de años, y festejaron emotivamente la aprobación.
Claramente, esta ley es otro gran paso en darles carácter institucional a las libertades individuales, y en defender las decisiones de vida de las personas: otra ley a favor de la felicidad. Y es obvio que no podría haberse sancionado sin el antecedente de la ley de matrimonio igualitario, que tanto debate generó, que dio lugar a tantas predicciones apocalípticas y rechazo de grupos fanáticos. Y que hoy demuestra haber sido un enorme progreso y fuente de alegría para miles de personas a lo largo del país (y de otros lugares también, que ya van varios extranjeros que vienen a casarse a la Argentina).
De todas formas, en el caso de ambas leyes, como en la de matrimonio igualitario, la sanción es un gran paso adelante, pero el desafío sigue siendo que se verifique lo que la ley garantiza en la cultura, en el sistema de salud y el judicial, que se refleje en la vida cotidiana. Y para eso habrá que seguir luchando contra prejuicios muy arraigados, contra las resistencias de personas y corporaciones ultraconservadoras por más que se autoproclamen los defensores de la libertad y la vida, contra nuestras propias herencias y formaciones, que hace décadas nos vienen moldeando en esquemas rígidos y autoritarios. Pero siento que vamos por el buen camino, hacia una mayor apertura intelectual y cultural.


Y esperemos que eso se vea también reflejado en la reforma del Código Civil, y del Código Penal, que ya está siendo analizada por especialistas en Derecho. Es interesante que la comisión encargada de elaborar el anteproyecto está integrada por cinco miembros, tres de los cuales representan a sectores de la oposición: el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, León Arslanian, los diputados Ricardo Gil Lavedra (UCR) y Federico Pinedo (PRO, ¡sí hasta ellos!) y la ex diputada María Elena Barbagelata (del Frente Amplio Progresista). Es alentador que se trabaje en conjunto y, más allá de las diferencias, pensando en proyectos de largo plazo que tendrán consecuencias en la seguridad y la justicia de nuestro país por décadas. Es otro ejemplo de causas donde los que dicen desear lo mejor para los argentinos tienen la oportunidad de demostrarlo, más allá del vedetismo mediático y los armados electorales. Y otro paso más para seguir profundizando un modelo más inclusivo, más solidario, más igualitario. Nunca menos.

(Diario Tiempo Argentino, domingo 13 de mayo de 2012)

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