Lo imposible se hace obvio / Escribe: Horacio Verbitsky






El 90 por ciento de los setenta senadores presentes declararon en la madrugada del jueves de interés público y objetivo prioritario el autoabastecimiento, explotación, industrialización, transporte y comercialización de hidrocarburos y, para lograrlo, la expropiación del 51 por ciento del patrimonio de YPF. El 5,7 por ciento se abstuvo y apenas el 4,3 votó en contra. Horas después, la Cámara de Diputados aprobó en plenario de comisiones el dictamen favorable con el 86 por ciento de los votos, la oposición del 12 por ciento y 2 por ciento de abstenciones. Como si esta cuestión no constituyera la noticia económica y política más importante en muchos años, el matutino La Nación informó en el principal título de su portada del jueves que “Estados Unidos considera difícil la relación con la Argentina”. Al día siguiente repuso como título principal de su portada la decisión de la Cámara Federal de apartar al juez Daniel Rafecas de la causa que según el diario “involucra a Boudou”. Lo mismo hizo Clarín, que se refirió al “caso Boudou-Ciccone”, y sostuvo en una columna que el vicepresidente estaba imputado, deseo que no consta en el expediente. No dedicaron ni un título secundario en su tapa del viernes al dictamen de comisiones sobre hidrocarburos. Pero ambos destacaron como segundos temas del día la venta de las radios y la señal de cable que administraba Daniel Hadad al empresario petrolero y del juego Cristóbal López, que adscriben a lo que califican como “medios oficialistas”, y el acto político de Hugo Moyano en Parque Roca. El duopolio (entre ambos venden seis de cada diez ejemplares de los principales diarios del país) despotrica contra la UCR y el FAP por acompañar el proyecto oficial. Esto define el antagonismo entre el sistema representativo y la oposición, que no está en el Congreso ni en los partidos políticos, sino en las grandes empresas, las potencias internacionales y sus voceros. Todo fue distinto cuando el menemismo privatizó YPF.



Las negociaciones insumieron seis meses, costó varias semanas conseguir quórum, hubo milmillonarias transferencias a las provincias por regalías mal liquidadas y nunca terminó de esclarecerse la denuncia del diputado Luis Saadi en el recinto, de que los legisladores cobraron ocho millones de dólares por la aprobación del proyecto. En 1999, cuando el Estado cedió su control a los pequeños refinadores y estacioneros españoles de Repsol, María Eugenia Estenssoro escribió con el corazón y la mente que fue “un negocio cocinado” entre “el rey Juan Carlos de España y el presidente Menem”, con motivaciones mezquinas, de corto plazo y “de bolsillo”.

La significación autoevidente
Pocas cosas son más representativas del genio político que el planteo de asuntos inimaginables que luego se incorporan con naturalidad al sentido común. Este ha sido un rasgo distintivo del kirchnerismo. La política de derechos humanos, la renegociación de la deuda pública, la ruptura con el ALCA, la recuperación del sistema previsional de manos de los bancos, la ley de servicios de comunicación audiovisual, el Fondo de Desendeudamiento con reservas del Banco Central y la reforma de su carta orgánica no produjeron menos estupor que la decisión presidencial de recuperar el control de la principal empresa del país. Cuando lo imposible se transforma en obvio el tablero político se reordena con facilidad. Hechos tan diversos como la actualización jubilatoria semestral, los festejos del Bicentenario, la Asignación Universal por Hijo, el reclamo de negociación por las Malvinas y ahora la recuperación de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales ejemplifican la capacidad de Cristina de concentrarse en proyectos de impacto masivo y significación autoevidente. En el corto plazo, la trabajosa búsqueda mediática de cualquier tema capaz de menguar la simpatía por el gobierno puede dar placer a ciertos sectores ya predispuestos. Pero este regodeo en asuntos de importancia social menor es de una irremediable esterilidad. A la identificación certera de cuestiones que inciden en la vida cotidiana de la mayoría y deciden su voto, Cristina suma una vocación didáctica infrecuente, al menos desde la muerte de Juan D. Perón. Los discursos recientes en los que se refirió al caso de YPF no fueron anecdóticos ni formales sino ceñidos a las cuestiones de fondo. El déficit en las inversiones de Repsol se tradujo el año pasado en una factura de importación de petróleo y derivados por casi 10 mil millones de dólares, equivalente al superávit comercial argentino, dijo. Su cáustica referencia a la curva de caída de la producción y las reservas de petróleo de YPF como “la trompa del elefante” fue un dardo a la Caza Real de la España del 25 por ciento de desempleo. También explicó que pese a esta declinación, YPF no tuvo pérdidas sino ganancias extraordinarias, al duplicar sus precios en dólares, refinar sólo para “el público que paga la nafta más cara, los productos premium”, mientras “nosotros tenemos que importar el gasoil y el fuel oil para mantener la producción agrícola ganadera y de energía eléctrica”. Esta “política de vaciamiento” tornaría a la Argentina en “un país inviable”, y no por falta de recursos, ya que luego de China y Estados Unidos “somos el tercer país en el mundo en tener gas shale de reciente descubrimiento”, agregó. (Su descubrimiento se debe a geólogos argentinos, que utilizaron modernas técnicas de 3D sobre la base de la información sísmica disponible para determinar con exactitud dónde perforar. Pero de inmediato fueron apartados de esa tarea, porque Repsol sólo quería difundir el hallazgo para mejorar su capitalización de mercado mientras buscaba inversores internacionales.) Su estrategia consistió en transferir utilidades a la casa matriz, que con ellas ha expandido sus inversiones para perforar en Trinidad y Tobago, Perú, Venezuela, Bolivia, Colombia, Ecuador, Argelia, Libia, Estados Unidos, Brasil, Angola, Rusia, Irlanda, Irak, Túnez y Portugal, lo que Repsol llamó en su página web “diversificción del riesgo argentino”.

¡Generoso ofrecimiento!
En una carta enviada a Cristina, el banquero catalán Antoni Brufau, presidente de Repsol, elevó un plan de negocios con las inversiones y el aumento de la producción que no hizo en la década previa. Confesó que pensaba ceder parte de sus concesiones en la Argentina a otras empresas e inversores, decidiendo en cada caso “quién será el operador”. También invitaría a participar “a las provincias y el Estado Nacional”. El mensaje de elevación del proyecto de expropiación ironiza sobre este “¡Generoso ofrecimiento!” del causante de la situación actual, que ahora se presenta como “salvador capaz de revertir la grave situación” que produjo. La propuesta no contempla aportar siquiera parte del capital y la capacidad operativa propios. Sólo “consiste en ‘subconcesionar’ las áreas a otras empresas o al propio Estado, que desarrollarían este Plan de Negocios”. El papel que se reserva Repsol “como compañía de prestigio y solvencia internacional” es el de garantizar “la atracción de enormes inversiones a la Argentina”. Brufau admitió que YPF ya las estaba negociando con grandes compañías internacionales. Es decir, “pretenden actuar como agentes intermediarios, arrogándose además el derecho de otorgar concesiones sobre los campos que ellos mismos tienen otorgados pero que no pueden explotar por falta de capital o de capacidad operativa”. El mensaje presidencial al Congreso califica este ofrecimiento “a otras empresas de lo que no les pertenece” como una “desvergonzada propuesta”. Esa carta recuerda el escándalo producido por Repsol en Bolivia cuando inscribió como propias reservas que no le pertenecían.

La rama juvenil
Otro rasgo llamativo de la conducción de Cristina es el rol preponderante que ha reservado para cuadros jóvenes, a los que se refirió con insistencia en el acto del viernes, como custodios del legado de quienes “no somos eternos”. Mencionó a aquellos que militan en las escuelas, las universidades y los barrios, pero no a quienes trabajan en fábricas y oficinas, un lamentable olvido discursivo en su propuesta de unidad y organización. En verdad, a sus 40 años Axel Kicillof es un veterano, comparado con los 30 que tenía Antonio Cafiero cuando Perón lo designó ministro de Comercio Exterior. Su defensa del proyecto en el Senado tuvo algo de la intensidad y la persuasión de las clases semanales de Perón en la CGT. Kicillof se expresó con notoria facilidad y sin nervios porque hasta que no recibió un mensaje de texto de su esposa no supo que la sesión se estaba transmitiendo en directo por varias señales de cable. Su impacto fue tan grande que hizo incurrir a un servicial veterano como Roberto García en el exceso de postularlo como eventual sucesor de Cristina, desde su columna en el bisemanario Perfil. No fue necesario que Kicillof se golpeara el pecho y repitiera tres veces mea culpa para que quedara claro que el gobierno rectificaba el rumbo que fijaron los dos funcionarios que lo acompañaban, el ministro polirubro Julio De Vido y el secretario de Energía Daniel Cameron. Acuciados por la prioridad de asegurar energía barata y sin cortes, orientaron cuantiosas inversiones estatales para garantizar el crecimiento de la industria y el empleo, y resistieron hasta cierto punto lo que Kicillof llamó en el Senado el chantaje del señor Brufau, de bajar la producción para conseguir aumento de precios, misión imposible para YPF sin la cartelización con las restantes empresas del sector.

La dureza del obstáculo
La historia no se construye como uno quiere, sino como puede, por un sendero sinuoso, con altibajos y claroscuros, marchas y contramarchas y, sobre todo, “según el grado y la dureza del obstáculo”, sinceró la presidente en Tecnópolis. El momento llegó por la desafortunada confluencia de dos procesos independientes: el alza del precio internacional del barril de petróleo, que en pocos años se duplicó, y la caída en la producción local. El primer factor seguirá su evolución al margen de cualquier opinión argentina. El barril ronda los 120 dólares y según el economista estrella Nuriel Roubini (Scary Oil, http://www.projectsyndicate.org/commentary/scary-oil) podría seguir su ascenso si en el invierno argentino Barack Obama sumara a su campaña electoral la confrontación con Irán que propicia Israel, desatando una recesión global. No hace falta explicar la diferencia entre quienes puedan aprovisionarse de su propio petróleo y aquellos forzados a importarlo. El segundo elemento, en cambio, sí está en la propia órbita. La existencia de los yacimientos es una ventaja competitiva de la Argentina. Se trata de administrar este recurso que tanto Estados Unidos como Europa definen como estratégico en función del interés social y no con la lógica de la máxima rentabilidad empresarial. Ese interés está descrito en la política hidrocarburífera que expone el mensaje del Poder Ejecutivo al Congreso: promover el desarrollo y el aumento de la competitividad de los diversos sectores económicos y de las provincias y regiones; restituir las reservas dilapidadas en la última década; realizar alianzas estratégicas con capitales públicos y privados, nacionales e internacionales, para explorar y explotar hidrocarburos convencionales y no convencionales y proteger a los consumidores en el precio, calidad y disponibilidad de los combustibles. Mientras los medios locales amplifican los vaticinios españoles sobre el aislamiento de la Argentina, donde nadie querría invertir, los capitales acostumbrados a la seguridad jurídica del centro de Asia están haciendo cola ante los despachos de Kicillof y De Vido, ávidos por los yacimientos no convencionales. Lo que resta por discutir es la estrategia a seguir. La ley plantea acudir a fuentes de financiamiento externas e internas y concertar asociaciones estratégicas y todo tipo de acuerdos con otras empresas públicas, privadas o mixtas, nacionales o extranjeras. Las opciones pasan por incrementar en forma rápida la producción y exploración en los ya maduros yacimientos convencionales que Repsol había dejado caer o acelerar los mismos procesos en los apetecidos yacimientos no convencionales; en cerrar trato con las mayores compañías petroleras o recurrir al financiamiento bancario para realzar el rol del Estado, y en qué proporciones y plazos cada alternativa.



La gestión profesional
Los sucesivos discursos presidenciales y el proyecto de ley insisten en la gestión profesional de la nueva YPF. Esto no es fácil de conseguir, sobre todo cuando los actuales precios del barril incrementan la competencia por los recursos humanos más capacitados. Se parte además de un punto muy bajo, porque los doce años de gestión de Repsol dejaron una YPF de singular atraso tecnológico, sólo volcada a perforar a ciegas en los yacimientos preexistentes, reventando los pozos para monetizar lo antes posible las reservas remanentes, con criterio financiero. La legitimidad de la decisión oficial dependerá de los resultados a mediano y largo plazo. En una despectiva declaración contra el peronismo, Mario Vargas Llosa encomió desde Madrid como un “augurio muy exacto” la frase del alcalde porteño Maurizio Macrì, en un año estaremos peor que hoy”. Y su hijo Alvaro, residente en Wa-shington, añadió que “si el argumento para nacionalizar o expropiar es el del aumento de la producción, lo único que hay que hacer es ver lo que ha pasado en Venezuela y México para darse cuenta de lo que va a ocurrir”. El razonamiento es ahistórico, puro ideologismo abstracto, ya que en la Argentina el dramático declive se inició con la privatización y la desregulación. Para que no se cumpla la interesada profecía de ambos políticos de origen peruano, es imprescindible una conducción profesional, sobre todo en el área crítica de Exploración y Producción, la única que Repsol nunca resignó. La gestión profesional de YPF es uno de los tres principios a los que deberán sujetarse el Estado nacional y las provincias, tal como los definió el mensaje de elevación de la ley. Los restantes son el cumplimiento de “los objetivos de la presente ley” y la administración de YPF Sociedad Anónima “conforme a las mejores prácticas de la industria y del gobierno corporativo, preservando los intereses de sus accionistas y generando valor para ellos”. El tiempo dirá si no son contradictorios.

La gruesa línea roja
Saldo comercial en combustibles (en millones de dólares)


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