Homenaje a las mujeres más bellas / Escribe: Viviana Beigel






Conozco poco de la vida de María y de su compañero Pedro, pero se que nacieron hacia fines de los cincuenta y que al momento del Golpe tenían 19 años.

Sé que eran militantes, que estaban estudiando en la universidad y que en cuanta asamblea había se los podía ver. Sé que entendían el sufrimiento obrero, que eran sensibles frente al dolor de los pobres, que gritaban en las movilizaciones consignas revolucionarias.

Sé que Evita era un ejemplo para ellos y que en esta vida lo que más deseaban era cambiar el mundo. Esos eran María y Pedro cuando vinieron los días grises, en los que empezaron a silenciarse las voces a punta de pistola.


Días de patotas que irrumpían en las casas por la noche, días de secuestros y desapariciones, de asesinatos y tortura que se convirtieron en años, en los que el terror fue llevándose a los más dignos representantes de la juventud.

María fue arrancada de su familia y Pedro se quedó sin su amor. Ella fue llevada a la ESMA y allí fue torturada, violada, humillada. Aguantó todo, resistió hasta más no poder. Se unió a otras mujeres, tan valientes como ella. Compañeras en el dolor y en la lucha. Y en la profundidad de sus corazones ya no eran cien o mil mujeres, eran una sola. Una única mujer que alzaba su voz, que dignamente y con la frente en alto toleraba el sufrimiento más profundo con las fuerza de miles.

Una mujer que resistía, que aguantaba todo y que en algunos momentos hasta cantaba canciones de juventud. En esos días de secuestro clandestino que luego se convertía en días de cárcel, María fue la más bella, porque en su corazón estaban todas las que levantaron las banderas de la justicia social, mujeres combativas, que en medio de la persecución y el odio no dejaron de creer en la vida.

No hay palabras para homenajearte María, y en vos a tantas mujeres. Mujeres que hoy no están porque la brutalidad de la dictadura las arrancó de este mundo y mujeres que están porque sobrevivieron al espanto y hoy son más fuertes que nunca.

Quiero decirte María, que aunque no estuve allí con vos, siento tu dolor como propio, admiro la valentía y el amor de tu corazón y, desde mi lugar, voy a dar todo para que paguen el daño que te hicieron, con la justicia que vos no tuviste, porque nosotras somos diferentes.

Sigo escuchando tus consignas revolucionarias, sigo viendo en tus ojos la fuerza de aquellos días. Tu bandera sigue en alto y muchos otros hoy la levantan. Estás presente, en la militancia de miles de jóvenes y en el corazón de todos. Estás presente, María, hoy más que nunca. Presente.
A 36 años del Golpe de Estado, un abrazo enorme a todas las mujeres, que por su valentía son el orgullo de este país.

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