Paradojas eclesiásticas / Escribe: Miguel Longo






Hay una singular paradoja en relación con la elección de constituyentes del próximo domingo 29 en Misiones. Embanderado en la consigna de evitar la “perpetuación en el poder” que resultaría de le reforma constitucional propuesta por el gobernador Carlos Rovira, el principal opositor es el obispo Joaquín Piña. Un hombre que forma parte de la jerarquía de una institución cuyos cargos se ejercen de por vida.



En efecto, el Papa, como jefe de la Iglesia Católica Apostólica Romana, ejerce el cargo de manera vitalicia. Podrá decirse que se trata de un poder espiritual y que, por tanto no puede equipararse al poder temporal. Sin embargo, el Papa es la cabeza de un Estado, que tiene territorio propio, bandera e himno, y hasta representación oficial en la Organización de las Naciones Unidas.

También podrá aducirse que el Papa no es el único Soberano vitalicio. En Europa y en Asia son varios los Reyes que gozan de esa prerrogativa. Pero, especialmente las monarquías parlamentarias europeas, contrapesan tal facultad con la figura de Jefe de Gobierno o Primer Ministro que es elegido por el voto y que, periódicamente, debe someterse al veredicto popular y, circunstancialmente, al voto de confianza del Parlamento.

Pero tampoco estos funcionarios tienen límites a sus eventuales reelecciones. Hay casos emblemáticos de jefes de Gobierno que sobrepasaron la década en el cargo: Margaret Thatcher en Gran Bretaña, Felipe González en España, por nombrar a los más conspicuos y cercanos. En Alemania, aunque no es un Reino, los demócratas cristianos Konrad Adenauer y Helmut Kohl gobernaron 14 y 18 años seguidos, respectivamente. Y, que se sepa, ningún obispo católico salió a cuestionarlos por “quererse perpetuar en el poder”.

La Iglesia Católica, por el contrario, tan eurocéntrica en muchos aspectos, no ha adoptado esa estructura de contrapesos. Los obispos -verdaderos gobernadores del Reino- tampoco tienen límite en el ejercicio de su cargo. Sólo el impuesto por el Concilio Vaticano II, de que al cumplir los 75 deben presentar su renuncia, que recién se concreta cuando el Papa la acepta.

Por supuesto, los obispos no son jefes de Estado, pero ejercen una autoridad que incide en la sociedad, administran personas y recursos, en una jurisdicción determinada. Y sobre todo en la América Latina, por una tradición de siglos heredada de la Conquista y la Colonización, constituyen con su jerarquía verdaderos factores de poder.

Como señala un experto sociólogo especialista en el tema, en nuestras tierras, “la Iglesia ha sido y es un actor con y de poder a dos niveles: alimenta una presencia social y cultural significativa con un aparato educativo propio y redes de sociabilidad en la sociedad civil y, al mismo tiempo, mantiene una estrecha relación con grupos de poder a partir de su presencia en el Estado, la sociedad política, grupos económicos y financieros” (Fortunato Mallimaci. Clarín, 17 de octubre de 2006, página 27).

Todo esto enmarcado en una paradoja más global. Los documentos de la jerarquía católica llaman la atención permanentemente sobre el tema de la pobreza y de la desigualdad. Pero resulta que América Latina es la región del mundo socialmente más desigual del planeta y, al mismo tiempo, es la zona del mundo donde los católicos son mayoría absoluta. ¿Habrá alguna relación entre ambos fenómenos? ¿Casualidad o causalidad? ¿Se ha planteado seriamente la jerarquía un examen acerca de su responsabilidad respecto de la situación planteada?



Tantas paradojas pueden ser juzgadas a partir de varias sentencias evangélicas. Seguramente, no esa tan dura de los “sepulcros blanqueados”. Quizás con aquella de “tirar la primera piedra”. O mejor, viene a cuento aquella sentencia de los griegos que nos han transmitido diversas fuentes y que es popularmente conocida por formar parte del Evangelio de San Lucas (Capítulo 4, versículo 23): “Iatré, therápeuson seautón, “Médico, cúrate a ti mismo”.

Dice el doctor Diego Gracia Guillén, experto en Bioética y miembro de la Real Academia Española de Medicina, sobre esa sentencia que se le pueden dar diversas interpretaciones: “En un contexto teológico, como el de San Lucas, la frase significa ‘sálvate a ti mismo’. En el contexto médico hipocrático, ‘cúrate a ti mismo’. En el filosófico socrático, ‘conócete a ti mismo’. En el psicoanalítico, ‘analízate a ti mismo’...”.

Image Hosted by ImageShack.us